Morena pierde la mayoría absoluta y necesita de aliados para controlar el Congreso

Morena, el partido del Gobierno mexicano, dejará de tener la mayoría absoluta tras las elecciones del próximo 6 de junio y necesitará pactar con partidos aliados para controlar el Congreso, según una encuesta de SIMO Consulting para EL PAÍS. La composición de la Cámara de Diputados definirá el futuro político de México para los próximos tres años. Las votaciones pondrán a prueba, principalmente al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y los planes del presidente, Andrés Manuel López Obrador, y su llamada Cuarta Transformación. La encuesta indica que Morena se quedaría con 230 escaños, frente a los 256 con los que contaba desde su victoria en 2018 (seis por encima de los 250 que delimitan la mayoría absoluta). Todo ello a pesar de que esta formación obtiene un notable 44% en intención efectiva de voto, que superaría al 39% que consiguió en 2018, pero que dado el formato de competiciones y coaliciones en cada distrito y circunscripción, no se traduce necesariamente en una mayoría más holgada. En este sentido, López Obrador mantiene una alta popularidad y un 66% de la población aprueba su gestión.

El socio de Morena con una evolución más favorable sería el Partido Verde (PVEM), que de ocupar 11 curules alcanzaría 53 asientos en la Cámara de Diputados, mientras que el PT sufriría un retroceso, pasando de 46 a 32, según el sondeo. El Verde, que en 2012 estuvo en coalición con el PRI, mantiene desde 2018 una sólida alianza con el partido de López Obrador y ha obtenido réditos al situarse como una formación con eslóganes llamativos, sin una brújula concreta y proclive a pactar la agenda del Gobierno en turno. La proyección de SIMO le aseguraría la mayoría absoluta a esta coalición oficialista, pero le negaría la calificada de dos tercios de la Cámara (333 escaños).ADVERTISINGhttps://datawrapper.dwcdn.net/rfN3D/1/

Entre todas las combinaciones del tablero, un escenario en el que Morena no tuviese una mayoría absoluta supondría la instalación de negociaciones del partido en el Gobierno, tanto con sus aliados como con la oposición, para sacar adelante los proyectos de López Obrador. La Cámara de Diputados tiene como actividad exclusiva la aprobación anual de los presupuestos, por lo que en los últimos tres años Morena y su mayoría absoluta han conseguido redistribuir el dinero público en la agenda del presidente: proyectos de infraestructura (como el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas), los programas sociales, y el robustecimiento de las Fuerzas Armadas.https://datawrapper.dwcdn.net/l9KYH/2/

Significativo es también el crecimiento del PRI. La formación tricolor, que sufrió un descalabro en las elecciones de 2018 como castigo al Gobierno de Enrique Peña Nieto, pasa de 48 escaños a 82. El otro gran partido de oposición, Acción Nacional (PAN) apenas ve un ligero repunte en su presencia, de 77 a 79 curules, pero quedaría relegado como segunda fuerza en detrimento del PRI. El PRD, que ya sufrió un varapalo hace tres años, ve cómo su presencia apenas cambia y registraría 14 escaños, por los 12 que posee actualmente. Caería considerablemente Movimiento Ciudadano, que pese a que aspira a lograr la victoria en uno de los principales Estados —Nuevo León— en la Cámara su presencia sería casi insignificante, perdiendo 13 escaños, de 25 a 12.

Hay que subrayar la incertidumbre en estas proyecciones. A tres semanas de una elección que está movilizando a todo el país, aún hay espacio para vaivenes. Algunos podrían ser en la intención de voto, pero otros pueden darse en la propia afiliación efectiva de los candidatos. El Instituto Nacional Electoral (INE) estableció en marzo una serie de normas destinadas a garantizar la regla constitucional de proporcionalidad, fijada en un 8%. Estas normas podrían terminar afectando el número final de curules a disfrutar por el grupo parlamentario de cada partido. La proyección presentada por SIMO tiene en cuenta tanto las normas como la incertidumbre asociada, y por eso ofrece intervalos amplios. Pero ni siquiera dentro de dichos intervalos está Morena, a día de hoy, en condiciones de revalidar su mayoría absoluta en la Cámara.

El partido de López Obrador ha apostado por compensar esta pérdida a través de alianzas más estrechas y generosas con sus socios preferenciales: el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde (PVEM). El objetivo es que la alianza resultante, bautizada con un nombre que indica continuidad respecto a la que ya firmaron en 2018 (de “Juntos Haremos Historia”, entonces con Encuentro Social en vez de con el Verde, a “Juntos Hacemos Historia”), alcance la mayoría calificada de dos tercios de la Cámara, lo cual le ofrecería un margen de maniobra extra para cambios legislativos de mayor calado.

De nuevo, la incertidumbre asociada a estas elecciones impide ser categóricos: dentro de los intervalos definidos por la proyección cabría la obtención de la mayoría calificada a la coalición. De hecho, otras proyecciones se la ofrecían hasta el mes pasado. Pero el consenso de encuestas se ha ido moviendo hacia un cierto debilitamiento de Morena, reflejado tanto en la proyección aquí presentada como en la que mantiene la plataforma independiente Oraculus.

La mayoría calificada de Morena y sus socios le permitirían al Gobierno de López Obrador la aprobación a medida de proyectos como la reforma fiscal que ya ha anticipado la Secretaría de Hacienda, una posible reforma energética o la elección de los nuevos consejeros del INE.

Voto sólido pero insuficiente para Morena

Pese a la posible pérdida de la mayoría absoluta, Morena se mantiene a la cabeza en las preferencias electorales, con un 44%, seguido del PRI con 19% y el PAN con 18%. El apoyo del partido en el Gobierno se sostiene más entre los hombres y los adultos mayores de 60 años, así como en los estados de la tercera circunscripción, claves para la distribución de los escaños de representación proporcional: Campeche, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán. Morena fue fundado en 2011 por López Obrador después de abandonar el Partido de la Revolución Democrática (PRD) para impulsar su segunda candidatura a la presidencia en 2012 que perdió frente al candidato del PRI Enrique Peña Nieto. En 2018, el llamado efecto López Obrador llevó rápidamente a la joven formación política a hacerse con numerosos cargos públicos y desde entonces se ha mantenido entre las preferencias de los votantes en buena parte del país.

La efervescencia de Morena llevó como colofón la debacle del PRI, el histórico partido que gobernó México durante el siglo XX, que se convirtió en la tercera fuerza política en un tirón. La caída del PRI ocurrió también tres conocerse diversos casos de corrupción del Gobierno de Peña Nieto. El partido perdió, en los siguientes años y en igual medida, cargos públicos, militantes y presupuesto. Sin embargo, la proyección indica que el PRI podría recuperar algunos de sus escaños —tiene 48 y podría alcanzar 82— y que la intención efectiva de voto por el partido tricolor (19%) es la segunda después de Morena. Esas cifras contrastan con la imagen poco favorable de la formación y la negativa de un 65% a considerar darle su voto a ese partido.

La proporción de votantes que nunca escogerían a Morena corresponde casi punto por punto con la de aquellos que valoran negativamente al presidente López Obrador, quizás el dato más estable de las encuestas políticas en lo que va de sexenio.

Aprobación alta y estable de López Obrador

Una mayoría de la población mexicana sigue aprobando, con un 66%, la gestión del presidente de la República. Mientras un tercio lo hace de manera decidida, otro 36% aprueba con mayor timidez. Pero solo un 29% de la población desaprueba algo o mucho su trabajo. Desde el arranque de su Gobierno en 2018, López Obrador ha mantenido estas cifras a su favor y con ocasionales caídas. El mandatario, incluso, retoma estos datos con regularidad en sus conferencias matutinas y los ofrece como argumentos cuando pone alguna propuesta de Gobierno sobre la mesa.

Esta lógica de tres tercios (uno de alta aprobación, otro de aprobación pero más tímida, y otro de desaprobación) se ha mantenido estable de manera más o menos constante desde agosto de 2020. Solo en junio, durante uno de los peores momentos de la pandemia en México, pareció romperse: entonces, menos de una quinta parte de los votantes mostraban una valoración decididamente positiva. Pero al mismo tiempo en ese momento más de la mitad valoraban positivamente al menos en alguna medida el manejo presidencial, manteniendo de facto los dos tercios de aprobación presidencial.

Ese muro no se ha roto; apenas se ha modificado el entusiasmo dentro de la coalición de más del 60% que mantiene el presidente, al menos, cuando se interroga a la ciudadanía por aprobación en distintos grados, en lugar de emplear la fórmula dicotómica “aprueba/no aprueba”, que suele arrojar resultados menos matizados. Recientemente el presidente presumió sus niveles de aprobación entre los mejores, según datos de la consultora estadounidense Morning Consult, con respecto a otros mandatarios del mundo.